Además, según la gente del barrio en el que vivía, Ariel Santángelo, de 43 años, decía que se había comprado un arma para matar a su mamá y una hermana.
Santángelo, de profesión docente, vivía solo en su casa de Mármol al 200, donde se dedicaba a la compostura de calzado, y también hacía changas de pintura, electricidad y plomería.
Quienes entraron alguna vez a su casa, aseguran que tenía pegados en la pared recortes de diario de Ricardo Barreda, el odontólogo que en 1992 mató a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas.
Fanático hasta los huesos de Banfield, sólo el odio pudo reemplazar esa pasión. “Cuando se compró el arma dejó de ir los domingos a la cancha para ir al polígono de tiro”, contó un amigo.
A su vez, el asesino también comenzó a averiguar cuál era la forma más efectiva para quitarse la vida: “Me preguntaba a mí, que trabajo en salud, dónde se tenía que pegar el tiro certero para matarse, si en la boca o en la sien”, dijo una vecina.
Aunque hacía público su odio hacia su madre y su hermana Mabel, no está claro el origen de ese rencor. Para algunos, se trata de un tema familiar, producto de que su mamá tuvo otra pareja además de su padre.
Otros apuntan a un conflicto económico, vinculado al terreno de Iriarte y Bombero Ariño ya que, según él, no iba a recibir ninguna parte de ese dinero.